sábado, 11 de febrero de 2012

ROMANCE en pos de las SOLEDADES Luis de Góngora y Argote















ROMANCE en pos de las SOLEDADES



Cuatro o seis desnudos hombros
de dos escollos, o tres,
hurtan poco sitio al mar,
y mucho agradable en él.
Cuánto lo sienten las ondas
batido lo dice el pie,
que pólvora de las piedras
la agua repetida es.
Modestamente sublime,
ciñe la cumbre un laurel,
coronando de esperanzas
al piloto que lo ve.
Verdes rayos de una palma,
si no luciente, cortés
Norte frondoso, conducen
el derrotado bajel.
Este ameno sitio breve
de cabra apenas montés
profanado, escaló un día
mal agradecida fe:
joven digo, ya esplendor
del Palacio de su Rey,
el hueco anima de un tronco,
nueve meses hará, o diez,
a quien, si lecho no blando,
sueño le debe fiel,
brame el Austro, y de las rocas
haga lo que del ciprés.
Arrastrando allí eslabones
de su adorado desdén,
hierbas cultiva no ingratas
en apacible vergel.
¡Oh, cuán bien las solicita
sudor fácil, y cuán bien
émulas responden ellas
del más valiente pincel!
Confusas entre los lilios
las rosas se dejan ver
bosquejando lo admirable
de su hermosa crüel,
tan dulce, tan natural,
que abejuela alguna vez
se caló a besar sus labios
en las hojas de un clavel.
Sierpe de cristal, vestida
escamas de rosicler,
se escondía ya en las flores
de la imaginada tez,
cuando velera paloma,
alado si no bajel,
nubes rompiendo de espuma,
en derrota suya un mes,
le trajo, si no de olvida,
en las hojas de un papel,
señas de serenidad
si al arco de Amor se cree.



*La rosa blanca de Miquel Barceló.

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